esos estupidos que votan
El otro, no yo. El que votó distinto a mí.
Hay una posición coherente en estos casos, y es negar las elecciones de entrada. Denunciarlas como una farsa antes que se produzcan. Dar el viejo ejemplo de que Hitler fue elegido por grandes mayorías, y cerrar diciendo que por lo tanto las elecciones “son un abuso de las estadísticas, un sistema por el que las mayorías pretenden determinar la verdad” (Borges)
Pero no. En general todos reconocemos que las elecciones son instrumentos mas aptos para elegir gobernantes que un piquete, una encuesta en un diario, los comentarios de un blog o la reunión de una Junta de Notables elegida entre los vecinos mas representativos, por ejemplo.
Sin embargo, nos cuesta bancarnos el resultado adverso. Cuando Rovira perdió el plebiscito por su reelección los antikirchneristas festejaron la autonomía del pueblo misionero que votó contra la presión del gobierno nacional. Ahora ese mismo pueblo votó a Cristina Kirchner en un 68%, entonces se habla del voto clientelar. Los que fueron dignos ciudadanos cuando estuvimos de acuerdo, ahora son una manga de imbèciles que se compran con un choripàn.
Alberto Fernandez, que tuvo buenos desempeños en la Ciudad de Buenos Aires participando de la lista de Cavallo o apoyando a Ibarra, ahora que perdió se queja de la soberbia de los porteños.
Daniel Filmus y Elisa Carriò agradecieron – tras perder con Macri y Cristina Kirchner respectivamente – el apoyo de los sectores mas lúcidos, y pusieron a los que ganaron en el lugar de los que no piensan.
El 23% que nos votó no quiere ser un país bananero, dijo Carriò, dejando implícita su opinión sobre el 77% restante... Por supuesto, todos los comunicadores del gobierno se amontonan para acusar de gorilas a los electores de la Coalición Cívica.
En fin, tal vez esa descalificación del otro sea armónica con la intolerancia y la falta de debate que se nota en nuestra sociedad. Por ahora, podrìamos reflexionar sobre la posibilidad de que el otro no sea un gil de goma ni un corrupto, digo.